Me ha encantado. Y por eso la comparto.
Siento una profunda admiración por los magos (uno de mis grandes-necesarios, increíbles- amigos lo es) así como por los docentes que se apasionan por su trabajo y transmiten, desde la paciencia infinita y el respeto más absoluto, el amor por saber y el gusto por conocer. Y no solo el afán por almacenar datos.
En otra vida me pido ser maga...
(...)
De CUADERNOS DE PEDAGOGÍA
Amelia
Almau, maestra y periodista.
Fotografía de Carlos Muñoz.
La persiana del As de Picas. Café y
Magia está cerrada a la hora de la cita. No supone ningún
inconveniente para Alejandro Hernández Nebra, que llega vestido a la
manera de su álter ego: el Gran Alexander. No lo duda ni un minuto,
deja su saco verde sobre un banco y comienza a sacar de él dados,
tarjetas, barajas... Son sus instrumentos de mago. Acto seguido,
decide ayudar a combatir el frío de la tarde mostrando algunos de
sus trucos. No le supone problema que la gente que pasa por la calle
o entra en el portal cercano observe asombrada cómo hace girar un
colgador de ropa con una moneda en la punta de la curva sin que esta
se caiga. Casi una hora más tarde de lo previsto, el café abre sus
puertas y, ya dentro, continúa la sesión de magia antes de dar
comienzo a la entrevista.
Mago, docente, ingeniero... ¿Qué
prefiere?
De formación, soy ingeniero, pero soy
profesor de Secundaria hace años. Y me quedo casi de forma
indistinta con lo de mago y profesor. Son las dos vocaciones de mi
vida. Enseñar es precioso y la magia es maravillosa. No puedo elegir
una de las dos, pero sí te digo que prefiero mago profesor que
profesor mago. Lo primero, porque el mago ilusiona y el profesor
enseña, y prefiero este orden en la práctica de la enseñanza.
¿La magia se incardina bien en la
educación?
Sí, yo pienso que el fin de la
educación tiene que ser que nuestros alumnos consigan herramientas
para realizarse en la vida, individual, familiar y socialmente. Este
debería ser nuestro objetivo como docentes. La magia, como tantas
otras cosas, tiene un gran potencial pedagógico y es una herramienta
de acceso al currículo y a las competencias básicas de una manera
vehicular.
¿Para qué se puede utilizar?
La magia desarrolla instrumentos
personales fundamentales para nuestro alumnado: expresión oral y
corporal, respeto hacia los demás, autoestima, control de emociones,
hipótesis y pensamiento deductivo, disciplina personal,
autoaprendizaje, uso de nuevas tecnologías… Y una cosa muy
importante: la magia es un idioma universal, que entienden todos, y
por ello, es muy inclusiva: le gusta a un niño que ha nacido en
España, a uno que ha nacido fuera, y tenga la edad que tenga. Y como
hay muchos chavales que no están acostumbrados a recibir el aplauso
ni el reconocimiento de los demás y con la magia lo pueden recibir,
es inclusiva y ayuda a la convivencia de la diversidad.
¿Y
para enseñar contenidos?
Por supuesto. Por ejemplo, ¿ves este
coche de juguete teledirigido? Vamos a hacerlo andar en vertical por
la pared y después… ¡por el techo! (y nos lo muestra). Una vez
que ha pasado el asombro, les explicas a los chicos que se produce
por el efecto Venturi (que relaciona velocidad y presión; al
incrementar la velocidad en un fluido, el aire de debajo del coche
disminuye la presión, y cuando es menor que la atmosférica, hace
que se adhiera a la pared). O lo del colgador y la moneda: Primero
hay que deformar un poco el colgador para desplazar su centro de
masas y luego, al hacerlo girar, no es la magia la que sostiene la
moneda sino la fuerza centrípeta.
¿Sirve para todas las materias?
Yo doy conferencias que relacionan la
magia con la ciencia en general, con las matemáticas, la física, la
química, en particular; con el consumo, la estadística, la
psicología. Y aún me quedan muchos ámbitos por explorar.
¿Magia y psicología?
Sí. Suelo comenzar enseñando los
conceptos que vamos a tratar y que usamos los ilusionistas, como la
“ceguera por distracción”. Pese a explicarlo primero, cuando les
hago un truco, como el de hacer aparecer o desaparecer un dedal de mi
dedo (cambiando de dedo), no se dan cuenta. O como la “ceguera al
cambio”, por la que un movimiento grande se come al pequeño, así
puedes cambiar los números de las caras de unos dados sin que se
percaten, si a la vez estás agitando levemente las manos...
La magia, ¿encaja más en un nivel
determinado?
La magia y el interés por la magia no
conocen de edades. La magia es como un caramelo: cuando los chavales
saben que el profesor es mago, tienes un valor añadido. Imparto
conferencias para todos los niveles, desde Primaria hasta
Bachillerato, con alumnos con discapacidad, personas mayores..., y lo
único que cambio es el nivel de dificultad del contenido, pero en sí
las herramientas son las mismas: la sorpresa, el ritmo...
¿También tiene que ver con las
competencias?
La magia sirve para desarrollar
numerosas competencias básicas: aprender a aprender, interactuar con
los demás, hacer representaciones artísticas, relación con el
entorno social del centro... Y se puede utilizar para diferentes
materias, convertirla en algo así como una ventana que se les abre
ante el mundo. No se trata de presentar solo el concepto en sí, sino
de que entiendan que las cosas se pueden encarar de formas
diferentes; que les pique la curiosidad por la asignatura.
La magia ayuda a subir los escalones
competenciales. Si enseñas un truco, muestras conocimiento. Si sabes
hacerlo, sumas conocimiento más habilidad, o sea, capacidad. Pero si
sabes actuar mostrando ese truco has desarrollado la competencia, que
es la capacidad con la actitud.
Pasó del instituto a un centro de
profesores y recursos, y de ahí, al Servicio Provincial de
Educación, ¿qué puede aportar en cada ámbito?
En todos los ámbitos en los que he
trabajo siempre he tenido muy claro que mi objetivo era el alumnado y
que todo tiene sentido si se mejora el proceso de
enseñanza-aprendizaje en la clase. Para lograr esto en el instituto,
donde daba clases de Tecnología, fomentaba el trabajo en equipo y
por proyectos, con clases muy variadas. Además, tengo claro que si
quieres mucho a tus chicos y ellos lo saben, no tendrás demasiados
problemas. Tienes que quererlos y defenderlos y, si eres su tutor,
además estar a su lado. Por otra parte, parto de que trabajar con
chavales es una suerte, porque nos rejuvenece la mente; los alumnos
nos hacen estar en continuo cambio, y eso es muy positivo.
¿Qué más deberá tener en cuenta un
docente?
Todos deberíamos recordar, y yo tengo
suerte porque me acuerdo perfectamente, qué nos movía de nuestros
docentes cuando éramos niños: qué nos gustaba, cómo era nuestro
maestro o profesor favorito. Si recordamos esto ahora que estamos
dando clases, seguramente nos servirá para saber qué esperan de
nosotros como profesores. Y sumar el humor y la diversión, que
además de ayudar a resolver conflictos disminuyen las diferencias
generacionales.
Por otra parte, es importante que todos
revisemos qué es lo que enseñamos y cómo lo enseñamos. No solo el
qué, sino también el cómo, que es tan importante o más. Revisarlo
y que nos sirva para hacer de nuestros alumnos ciudadanos plenos y
autosuficientes, que es lo que queremos de nuestros alumnos: dotarlos
de las herramientas que necesitan para desarrollarse en la vida.
¿Permite esto el sistema?
Con el tema de las competencias básicas
se ha marcado mejor el objetivo final en la educación. En el fondo
nos dicen que a lo mejor nos tenemos que olvidar un poquito del
concepto (un poquito) y buscar el fruto del concepto que produce el
propio alumnado como creación. Igual que el principio de Pareto
habla de un equilibrio del 80-20% (atacando el 20% del problema,
consigues el 80% de la solución), yo entiendo la educación plasmada
en cinco C, que son: conocer, cooperar, crear, compartir y comunicar.
Si a cada una le damos un 20%, el conocimiento es solo un 20%, y el
alumno con ese porcentaje ha de aprender a gestionar el otro 80%.
Y en el centro de profesores, ¿cuál
era su tarea?
Era asesor de formación. Mi tarea era
diseñar e impartir formación a personal docente. Y eso es
divertidísimo. Aparte, colaboras y participas en los proyectos de
formación de los centros, ya sean colegios o institutos. Yo, además,
llevé TIC, convivencia, diseño curricular, proyectos de
innovación... También organizaba seminarios de trabajo, jornadas,
grupos... Muy intenso, pero para mí muy divertido. Me lo pasé muy
bien, y lo más importante es que aprendí un montón de los
compañeros.
Justo antes de tener que volver al
instituto, lo llamaron del Servicio Provincial de Educación.
Sí, concretamente, para la Unidad de
Programas Educativos (UPE). En la UPE asesoramos y participamos en la
confección de proyectos y programas para el Departamento de
Educación. En mi caso, cuando el Departamento quiere poner en marcha
un programa en el ámbito TIC, participo en su confección y,
posteriormente, proporcionamos las herramientas necesarias para que
el proceso se pueda llevar a cabo. También servimos de enlace entre
los centros, red de formación, inspección educativa y otros agentes
para detectar necesidades y buscar posibles soluciones. Unimos un
poco la realidad del centro educativo con la del Departamento, e
intentamos disminuir distancias; es un puesto complejo, siempre se
busca el equilibrio entre las necesidades de los centros –siempre
grandes– y los recursos de la Administración –siempre limitados
o finitos–. Intentamos ser catalizadores entre los grupos. Es
difícil, pero me resulta muy gratificante.
Sus
distintos puestos, ¿le han proporcionado diversas visiones de la
educación?
Sí, las visiones son muy distintas.
Aunque por el punto de referencia exclusivamente. Son visiones
variadas, pero quiero insistir que comparten la finalidad: la mejora
del proceso de enseñanza-aprendizaje del alumno, prepararlos para
que se sepan defender como ciudadanos. Opino que sería positivo que
todos los docentes pasáramos alguna vez por distintos cargos:
equipos directivos, Inspección... Eso nos permitiría realizar una
catarsis y poder ver las cosas desde otras ópticas, tener una visión
más global de la educación.
Cuando estaba en el instituto, ¿se
sentía un bicho raro?
No, me he encontrado muchos profesores
que hacen cosas diferentes. Creo que igual que decimos a cada alumno
que tiene su propia identidad que lo hace único, todos los
profesores tienen un montón de herramientas internas que pueden
usar. Es cuestión de pararse a analizarlas y ver si encajan con los
procesos. Pero en serio: hay profesores con grandes cualidades de lo
más dispares. En mi caso, como la magia le gusta a todo el mundo, me
he sentido bien recibido allí donde he estado.
¿Cómo se lo tomaban los alumnos?
Creo que he sabido motivarles,
despertarles la curiosidad. No es lo mismo que te expliquen conceptos
físicos como la tensión, la flexión o la torsión desde la teoría,
que te lo muestren con la técnica de la globoflexia: construyendo
sables o perritos.
Parece, cuando menos, divertido...
Es una cosa que tengo clara: que la
clase sea divertida no le resta valor; todo lo contrario, le suma.
Que una clase sea amena no tiene por qué entrar en conflicto con el
aspecto formal y curricular. Siempre que esté bien estructurada,
claro. Si la gente cuando va a hacer una entrevista se prepara, se
viste, se maquilla..., nosotros, los docentes, deberíamos cuidar esa
forma para que las clases siempre vayan a más, que no decaigan:
cuidar la forma de modular la voz, los ritmos de las clases, el
tiempo... Y, si es posible, incluso dominar alguna técnica teatral.
Haciendo propia una frase de los magos: un docente debería ser un
poco como un actor haciendo el papel de un profesor.
Y los padres, ¿entendían su forma de
dar las clases o ha tenido conflictos?
No, nunca he tenido muchos problemas,
pero porque siempre he hecho cosas que estaban muy consolidadas, que
entraban de lleno en el proceso curricular. Por poner un ejemplo, si
voy a trabajar la madera en Tecnología y tienen que hacer una caja,
en mi clase hacen una caja mágica que hace aparecer caramelos para
sus primos pequeños. Da igual que hagas eso que otro tipo de caja.
Bueno, no da igual, la caja mágica tiene un plus añadido porque les
motiva mucho más. Pero vaya, cuando toca tema y hay que explicar
teoremas, se explican. Esta parte mágica es importante, y hace que
tengan un cambio de opinión sobre otras asignaturas, pero no la
única.
¿Sabrá que en Zaragoza se le conoce
como el mago o el “matemago”?
¡Ja, ja, ja! Sí, y me encanta.
También es verdad que en todos los sitios en que he trabajado hay un
ambiente mágico. De hecho, me toca hacer números en fiestas de
colegios, en celebraciones...
Comunica muy bien como mago, ¿esta es
una cualidad importante también en un profesor?
Por supuesto, el de la enseñanza es un
proceso de comunicación o, por lo menos, una parte muy importante lo
es. El comunicador, el emisor que es el docente, debe tener unas
herramientas para que su mensaje llegue claramente a sus receptores,
que son los alumnos. Hay que contar con estas herramientas (lenguaje
corporal incluido), trabajar para mejorarlas, para que la
comunicación se produzca de la mejor manera posible. Y, como en el
caso de los magos –que parte nacen pero parte se hacen–, también
los profesores han de trabajar en la mejora de ese proceso de
comunicación.
Ha nombrado diferentes ingredientes
fundamentales, ¿cuál es la receta para que una clase funcione?
Entre los ingredientes están el humor,
la diversión, el control. La receta pasaría por mezclar el trabajo
activo de los alumnos con el control de la clase; agitar y añadir
ritmo, contenidos atractivos en su forma y amenidad; dejar reposar 20
minutos con metodologías variadas, y servir con cariño. Aunque,
como en la cocina, no hay platos para todos los gustos.
Usted es profesor de Tecnología, ¿qué
opina de la presencia de esta asignatura si se aprueba la reforma del
ministro Wert?
Pinta mal, porque su presencia va a
menos. El analfabetismo del siglo XXI es el tecnológico. Con la
LOMCE no se asegura una formación tecnológica básica para el
alumnado. Porque en Secundaria posiblemente quedará en un curso
obligatorio, seguramente en primero, y en segundo, como opcional
específica. Hasta del nombre de Bachillerato desaparece la palabra
Tecnologías (antes era Bachillerato en Ciencias y Tecnologías,
ahora parece que se llamará solo “en Ciencias”). Esto se
traducirá en que los estudiantes de carreras técnico-tecnológicas
(ingeniería, arquitectura, ciencias aplicadas...) llegarán a la
carrera con un gran déficit de partida. Corremos el riesgo de
dirigirnos hacia un mundo tecnológico sin formación tecnológica.
Cada vez hay más tecnologías, y por todas partes. De hecho, los
países más avanzados económicamente tienen amplios estudios
tecnológicos desde la infancia.
Aquí, ¿nadamos a contracorriente?
Parece que no se comprenda que las
tecnologías de la información y la comunicación forman parte de la
vida y están dentro del aula; habrá que ir haciendo una adaptación
real hacia el siglo XXI y lo que toca vivir. Tecnologías que van muy
rápidas... Por poner un ejemplo: hay que enseñar al alumno a
escribir cartas con corrección aunque vaya a escribir pocas; pero
también a escribir correos, que seguro que utiliza más, y no
preocuparse demasiado si en un SMS se usa una ortografía diferente
porque en ese contexto no interesa tanto. Siempre y cuando les
enseñemos esa ortografía en los demás contextos.
¿Convendría pues replantearse las
cosas?
Habría que darle mucha más
importancia a la formación tecnológica porque va a ser una
herramienta curricular para cualquier cosa que hagan en su vida. Y no
como un área, sino como algo que debería distribuirse por el resto
de las áreas, sean troncales o no. El anteproyecto deja la
Tecnología como opcional en todo el Bachiller, la electrotecnia
desaparece y en cuarto de la ESO solo se puede cursar cuando haces
enseñanzas aplicadas para iniciación a la Formación Profesional,
es decir, si el estudiante se va a ir a un grado. En resumen, según
el anteproyecto, disminuye su peso específico, y lo que debería es
no solo mantenerse sino aumentar.
¿Habrá que echar
mano de la magia para arreglar la situación?
No, de la magia, no. Lo que harán
falta son las dos condiciones que siempre acompañan a la magia: la
ilusión y la fantasía.
Para
saber más