Ya os comenté que Mayo está siendo un mes importante en mi vida; probablemente la antesala de cambios sustanciales de cara al futuro, os iré contando. Y como las reflexiones se suceden casi sin buscarlas (espero que hayáis votado, hablando de todo un poco), hoy he sido consciente de una vivencia vital, de esas del manuscrito de Acra de Jorge Bucay publicadas en facebook (;-DDD): hay personas y experiencias que llegan a nuestra vida para enseñarnos a no volver a equivocarnos. Así de fácil.
La mejor forma de aprender algo es vivirlo en primera persona; principio pedagógico que aunque evidente, no siempre se lleva a cabo. A veces nos gustaría no tener que saber lo que es la pena, la desilusión o el desamor, pero sentirlo en nuestra piel, en nuestro corazón y en nuestra alma es la única forma de entender el verdadero alcance de muchas de esas cosas. De todas, en realidad. Así que en numerosas ocasiones, aunque no entendamos por qué erramos en según qué intentonas, lo más probable es que sea parte del tiempo de calentamiento, ese en el que no importa fallar los tiros; el partido, la parte importante, viene después :-)
Al hilo de esta reflexión, os dejo un post que tenía por ahí y que creo que guarda unas cuántas ideas muy interesantes; dejémonos enseñar por quien sabe más. Y seamos humildes. No hay más misterio.
LA EXPERIENCIA ES UN GRADO
10/09/2012 · por Daniel Cuñado
Soy muy amigo de los refranes y uno de mis favoritos es el siguiente: “sabe
más el Diablo por viejo que por diablo”. O como titulo el post, “la experiencia es un grado”. Así que voy a dedicar este breve post a hacer un encendido elogio de la veteranía.
Que uno va sabiendo cada vez más según acumula la experiencia es una perogrullada. Pero por otra parte, tengo a menudo la sensación de que vivimos en una sociedad donde se valora enormemente la juventud, la frescura, el ímpetu del tierno en edad, y se asocia veteranía a vejez, y con ello lentitud de reflejos, apoltronamiento, esquemas anticuados, falta de adaptación, resistencia al cambio.
De modo que mientras en algunas culturas se venera a los viejos hasta el extremo de resultar un obstáculo para el progreso, en la cultura occidental y en algunos ámbitos (léase por ejemplo el mundo de la tecnología y la informática) se ha pasado más bien al extremo contrario. Y como en todo, hay que buscar un equilibrio.
El otro día estaba arreglando una cosilla que se había roto en casa, con mis más que modestos conocimientos de bricolaje, y me hizo gracia escuchar a mi hija mayor decirle a mi mujer algo así como que “mira, mamá, cómo papá lo sabe arreglar todo”. En realidad ella no es consciente de que su padre tiene un nivel muy escaso, pero a sus ojos yo soy un experto. Son edades en las que veneras a tus padres y en general consideras que los adultos, cuanto más mayores son, más saben. Pero llega un momento en el que esa forma de pensar cambia, y se pasa a una arrogancia no consciente del joven que se cree mucho mejor de lo que es.
Recuerdo casi con vergüenza mis primeros tiempos en el trabajo donde me creía muy listo y capaz de todo. Luego vas aprendiendo, y como alguien dijo (reto a mis más ilustres lectores a que me digan qué pensador fue el primero en hacerlo), cuanto más sabio eres, más humilde te vuelves porque adquieres conciencia de todo el océano de conocimiento del que careces.
Acabo de estar en una obra industrial a aportar mi experiencia especializada en un ámbito concreto, y la persona a la que iba a apoyar era un señor tan veterano que le llamaban cariñosamente “el abuelo”. Y la verdad es que yo ya iba casi con pudor a hacer mi trabajo porque tenía muy claro que apenas tengo nada que enseñarle a un hombre con tantas horas de trabajo y anécdotas a su espalda. Finalmente creo que sí que fui capaz de ofrecer un valor añadido con mi presencia, pero desde luego que este hombre, excelente y entrañable persona por cierto, acumula tal cantidad de conocimiento práctico por toda la casuística que ha tenido ocasión de vivir, que sin ser necesariamente especialista en lo mío, tiene muchísimo que enseñarme.
Así que si os seduce el canto del emprendimiento que tan en boga está hoy en día, no dejéis de considerar el interés de contar con un veterano a vuestro lado que pueda poner la voz del diablo, léase de la experiencia, para como mínimo no afrontar los nuevos retos con arrogancia sino humildad. Porque aunque el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, si nunca tropezaste con ella no vas a ser capaz de verla.
Ah, y por cierto, si en vuestro trabajo alguien elogia lo bien que haces las cosas cuando en realidad tú sabes que tampoco es para tanto, haz como yo con mis hijas: ríete por dentro y déjalo estar. Que para el nóvel es reconfortante pensar que está en manos de un experto, aunque en realidad no sea más que una ilusión. Que aunque siempre es mejor ser bueno que sólo parecerlo, esto último tampoco hace daño si se administra con prudencia.
(...)
Os deseo paz y bien;
armonía, equilibrio, luz.
Y una dulce sesión en el saloncito, al calor de la ternura...
Mil besos, mis chicos.