viernes, 5 de octubre de 2012

** CAMINOS (Y II)

Nos enseñan -a un@s más que a otr@s-, que rectificar es de cobardes, que si tomamos una decisión, hay que llevarla hasta el final (vayaudasaber dónde está ese final....), que es mejor vivir de rodillas que morir de pie. (¿o era al revés?). El caso es que, bajo esta premisa, nos pasamos la vida estancados en valores que no nos hacen felices pero que nos dejan fenomenal de cara a la galería. Somos de hierro, muros infranqueables, firmes y contundentes. Nada ni nadie nos mueve de nuestro precioso pedestal perfecto.


Sin embargo, la vida es movimiento, es energía, se hace paso a paso. Y cada paso es nuevo y diferente y, como decía el poeta, vamos haciendo camino al andar. No hay otra. Pero tenemos que permitirnos el lujo de rectificar el camino, de volver atrás si pensamos que hay otra opción mejor. O que aquel camino que en su momento descartamos, puede ser el que ahora nos resulte útil. Las decisiones se toman en un momento determinado y en ese momento son válidas porque nos parecen correctas. Pero las circunstancias cambian; el entorno, los afectos, las vivencias... nosotros cambiamos. Modificamos nuestras necesidades y nuestras necesidades nos modifican. Y no pasa nada por admitirlo: es sano, saludable y tremendamente generoso con nosotr@s mism@s ajustar nuestras elecciones; enmendar, reparar, reformar. Ordenar y reconducir. Es una licencia que si somos capaces de permitirnos, no sólo nos hará más felices a nosotr@s mism@s, sino que podremos hacer más felices a l@s demás. A quien está en nuestra vida. Eso seguro.

Correr-y-caminar.jpg

Preguntaba ayer ToniVlc (¡un besito, mi Toni! gracias por seguir ahí...), que cómo saber qué camino tomar, si el de la razón o el del corazón. Creo que no hay una respuesta a esa pregunta; es más, creo que son los matices los que convierten a una respuesta en válida. Pero en cualquier caso, creo que el quid es este: que decidamos lo decidamos, nos lleve hacia donde queramos estar. Ni más ni menos. Y eso sí que podemos contestarnos. Si escuchamos dentro, si posamos y dejamos que afloren cada unos de nuestros sentimientos, si levantamos máscaras y maquillajes, sabremos con certeza qué es lo que debemos hacer, cual es el camino correcto. El problema, el verdadero problema, es que suele resultar más ¿cómodo¿ ¿fácil? decidir lo que se supone que debemos decidir, lo que se supone que se espera de nosotr@s a imagen de nuestros congéneres. Lo que toca, lo políticamente correcto. Lo NORMAL. Y no puede haber un argumento más destructivo, más absurdo y más erróneo que el de aspirar a la normalidad. En el caso de que eso exista, claro.


A mí me gusta la gente diferente, ya os lo he dicho otras veces. La gente especial, la que aporta, la que cuestiona, la que ofrece, la que arriesga. Me gusta la gente que no se conforma, que aspira, que sueña, que cree, que sonríe desde el alma. La gente que es capaz de mirar desde nuevas perspectivas, la que ama a manos llenas, la que ofrece a manos llenas. La que es, está y se deja. La gente auténtica, peleona, dulce, generosa, divertida, profunda, reflexiva. La gente... muy gente. Y la gente así siempre es un regalo de la vida, siempre pone luz esas veces que cuesta decidir por dónde, hacia dónde, como y por qué. Casi ná.

Creo que me he bajado de la montaña rusa y voy camino de los caballitos.
Más armónico, que ya toca.
Y, de un modo sutil, me siento feliz y en paz...
Gracias.
Infinitas.



1 comentario:

Toni (dolce far niente...) dijo...

"...Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos. Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino. Si sientes que no deberías seguirlo, no debes seguir en él bajo ninguna condición. Para tener esa claridad debes llevar una vida disciplinada.Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta, ni para ti ni para otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice.
Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo debe estar libre de miedo y de ambición. (...) Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario.

Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta: ¿Tiene corazón este camino?

Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Todos los caminos son lo mismo, no llevan a ninguna parte. Son caminos que van por el matorral. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no..." Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita."

El problema es que nadie se hace la pregunta, y cuando por fin se da cuenta de que ha tomado un camino sin corazón, el camino está ya a punto de matarlo.Un camino sin corazón nunca se puede disfrutar. Hay que trabajar duro tan sólo para tomarlo. En ese punto pocas personas pueden parar a pensar y dejar el camino...

En cambio, un camino con corazón es fácil: no te hace trabajar por tomarle gusto. Para mí existe solamente el viajar por caminos con corazón, en cualquier camino que pueda tener corazón. Por ahí viajo, y el único desafío que vale la pena es atravesarlo en toda su longitud. Y por ahí viajo, buscando, buscando, sin aliento".

(“Las enseñanzas de Don Juan” de Carlos Castañeda.)