Nos pasamos la vida etiquetándonos, definiéndonos, matizándonos. Nos vamos creando una tarjeta de presentación acorde al momento que vivimos; y casi siempre nos vemos delimitados en relación a los demás, directa o indirectamente. Si soy "Director general de comercio exterior" (si es que existe algo así ;-D), es porque no sólo hay un subdirector por debajo sino porque hay otro director general de comercio interior (esto sí que creo que no existe). Si soy papi, es evidente que no es una cualidad al márgen de otro ser; si soy mujer, vasca o leo, es porque hay otras variables que difieren de esas ;-DDD
Siempre estámos acotándonos y por ende, poniéndonos límites. Nos educan para aceptar dichos límites y cuidar nuestro espacio personal, como si fuera un fuerte infranqueable. Es evidente que a nadie nos gusta que nos hagan daño, pero creo que es mucho más enriquecedor llorar por ocasiones vividas que por las perdidas. Tenemos que adaptarnos a las normas, eso es más o menos entendible; pero el problema está en que si esa adaptación pasa por vernos obligados a dejar de ser como queremos ser para ser como debemos ser, entonces la sensación de infelicidad -dibujada en el marco que nos toca vivir- se hace infinita. Y perenne.
A mí me gustaría que alguien me diera un tarjeta con un texto así:
Un hombre cualquiera
Ansioso por vivir la vida
Amante de los placeres
Respetuoso, generoso, gentil, romántico.
O algo así ;-)
Al final sólo somos adjetivos y olvidamos recordar que detrás de la parafernalia, tambien hay todo un mundo de afectos que dibujan nuestro ser más auténtico, el del corazón. En cualquier caso, hacer el trabajo de ponernos adjetivos -calificativos,a poder ser-, también nos ayuda a saber cómo somos, qué nos gusta, qué esperamos, cómo queremos organizar nuestro mundo. Y si organizamos un poco nuestro mundo, seremos capaces de ofrecer un espacio amoroso y equilibrado a quienes sean parte de nuestra vida. Por mi parte -que también juego a los protocolos formales- confío en sembrar con un poco de coherencia; espero dejar un rastro de luz y de locura, un rastro de ternura, un recuerdo que reconcilie con la vida en estado puro. Y me gustraría seguir creyendo en epítetos que no corten alas, que no hagan daño, que no coarten la libertad. Lo voy a intentar con algo así:
Os deseo un feliz fin de semana.
Dulce,
esponjoso,
tierno,
sensual...
y libre.
Y os dejo un pequeño homenaje a todos los que apuestan en la vida, a quienes se deciden a salir (de donde sea) y gritar bien alto que la vida es un regalo.
Y TODOS ME MIRAN
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