"...Cuentan, que en la antigua china, vivió una persona. Tan sabia y bondadosa, que le fue concedido viajar donde nadie ha viajado, ni antes ni después de ella. Pues pocas personas llegan a ser sabias y buenas en cantidad suficiente para obtener tan extraordinario permiso.
Aquella persona, al regresar de su viaje, contó lo que había visto. Dijo que pudo ir al infierno. Que no es un lugar horroroso ni oscuro, sino lleno de luz y colores. Allí vio que había una gran mesa alargada, servida con abundante y deliciosa comida, vasos y jarras repletos de agua y jugos de fruta. Alrededor de aquella magnifica mesa, se sentaban personas de todas las edades. Pero todas estaban tristes, delgadas hasta la fealdad, con sus rostros demacrados y afeados por el esfuerzo.
Todas las personas allí sentadas, tenían atados a sus brazos, con preciosos pañuelos de suave seda, unos palillos muy largos. De modo que cuando intentaban llevar la comida hasta sus bocas, se les caía de los palillos y no conseguían alimentarse.
Esta persona, salió del infierno, comprendiendo el gran sufrimiento de quienes lo habitaban, y continuó si viaje hasta el cielo. Con sorpresa, descubrió que estaba en un lugar igual que el anterior, con la misma luz, con los mismos colores. Parecía incluso que allí, estaba la misma mesa con los mismos manjares. Pero en seguida supo, que aquello era el cielo, porque las personas que se sentaban alrededor de la mesa, tenían un aspecto feliz y satisfecho. Acercándose un poco mas, descubrió que aunque tenían los largos palillos atados a los brazos, con idénticos pañuelos de seda, allí nadie pasaba hambre. Porque utilizaban sus palillos para dar de comer a la persona que tenían en frente."
Aquella persona, al regresar de su viaje, contó lo que había visto. Dijo que pudo ir al infierno. Que no es un lugar horroroso ni oscuro, sino lleno de luz y colores. Allí vio que había una gran mesa alargada, servida con abundante y deliciosa comida, vasos y jarras repletos de agua y jugos de fruta. Alrededor de aquella magnifica mesa, se sentaban personas de todas las edades. Pero todas estaban tristes, delgadas hasta la fealdad, con sus rostros demacrados y afeados por el esfuerzo.
Todas las personas allí sentadas, tenían atados a sus brazos, con preciosos pañuelos de suave seda, unos palillos muy largos. De modo que cuando intentaban llevar la comida hasta sus bocas, se les caía de los palillos y no conseguían alimentarse.
Esta persona, salió del infierno, comprendiendo el gran sufrimiento de quienes lo habitaban, y continuó si viaje hasta el cielo. Con sorpresa, descubrió que estaba en un lugar igual que el anterior, con la misma luz, con los mismos colores. Parecía incluso que allí, estaba la misma mesa con los mismos manjares. Pero en seguida supo, que aquello era el cielo, porque las personas que se sentaban alrededor de la mesa, tenían un aspecto feliz y satisfecho. Acercándose un poco mas, descubrió que aunque tenían los largos palillos atados a los brazos, con idénticos pañuelos de seda, allí nadie pasaba hambre. Porque utilizaban sus palillos para dar de comer a la persona que tenían en frente."
2 comentarios:
Sabio relato. Vivir para los demás es un manantial de felicidad.
Larri, amiga, no necesitas pedir permiso para tomar cualquier cosa de mi blog, más bien es un honor para mi.
¡Feliz fin de semana!
Bonita lección, pero que lejos de la realidad actualmente...¿verdad?
A ver, te cuento, el chico tiene nombre, se llama Mauro, pero su nombre no le gusta demasiado; considera que su madre no estuvo muy inspirada al ponérselo, jajajaja.
Comprendo que andes falta de tiempo, es mal de muchos, no creas, solo que algunos vamos aprendiendo lo importante que es dedicar el mayor posible a uno mismo. No sé si existe una liga antistres, pero si la hay me asocio....Mi lema es "Lo importante es no hacer nada y luego descansar..."...jajaja.
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