martes, 11 de noviembre de 2008


... Normalmente, mientras voy en el coche y conduzco, el hilo de mis pensamientos se difumina en múltiples direcciones; la verdad es que me gusta conducir aunque siempre escuchando música, es algo que me apasiona. Y depende del momento o de los sentimientos o de las sensaciones, oigo las canciones que me gustan a uno u otro volúmen. Sí, lo confieso, me encanta oir música a un volúmen cercano al escándalo. A ratos, soy un poco... ¡yo! ;-)

Todo ésto para contaros que hoy, de camino al saloncito, me he acordado de ésta historia que leí hace ya tiempo y que de hecho tengo colgada en mi cuarto, para que no se me olvide demasiado de qué lado es más bonito vivir la vida. Es fácil de leer, además es cortita y tras las líneas simpáticas -veréis cómo esbozáis una sonrisa, aunque sea de medio lado-, esconde un ramillete de actitudes en las que nos diplomamos los seres humanos: la envidia, el egoísmo, el mal humor, la avaricia, la desconfianza... aunque también -¡¡menos mal!!- la generosidad, la entrega, la sencillez, el buen humor... Pensemos durante cinco minutitos si nos comportamos como las chica o como el hombre, si nos comportamos con armonía y paz o vamos por la vida sembrando actitudes destructivas, en plan tornado...


.... Si sentís que todo os sale al revés, si sentís que estáis en un momento negativo, destructivo, doloroso, o infértil; si os parece que todo el mundo se os come las galletas y además no comparte... si os apetece un ratito de ternura y de mimos, pasaos por mi saloncito y regaláos un ratito de reflexión y de entrega, una ratito donde compartir lo auténtico y lo espontáneo, lo más puro, la esencia. ¡¡Os espero!! (¿Os apetece una galleta?)


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"Una chica estaba esperando su vuelo en una sala de espera de una gran aeropuerto. Como tenía que esperar muchas horas, decidió comprar un libro para hacer más llevadera la espera. También compró unos chicles y un paquete de galletas. Se sentó en un asiento de la sala VIP del aeropuerto para poder descansar y leer en paz. Al lado del asiento donde estaba la bolsa de galletas se sentó un hombre que abrió una revista y comenzó a leer. Cuando ella cogió la primera galleta, el hombre también cogió una. Ella se sintió indignada, pero no dijo nada. Pensó: "¡¡pero, qué descarado! Si no fuera tan encantadora como soy, le montaría un escándalo aquí mismo". Cada vez que ella cogía una galleta, el hombre también cogía una. Aquello la dejaba tan indignada que no conseguía reaccionar. Cuando sólo quedaba una galleta, ella pensó: "...no tendrá el valor de comerse la última de mis galletas...". Entonces el hombre dividió la ultima galleta por la mitad, dejando la otra mitad para ella. ¡Vaya! ¡Aquello era demasiado! ¡Se puso a resoplar de la rabia! Entonces cerró su libro y sus cosas y con grandes aspavientos, se dirigió a la puerta de embarque. Cuando se sentó confortablemente en su asiento, ya en el interior del avión, miró dentro de la bolsa y para su sorpresa su paquete de galletas estaba allí... todavía intacto, cerradito, entero!! ¡¡Sintió tanta vergüenza!!... Sólo entonces entendió lo equivocada que estaba, había olvidado que sus galletas estaban guardadas dentro de su bolsa!! El hombre había compartido sus galletas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado, mientras ella había rozado la ira y el odio, pensando que estaba compartiendo las de ella con él. Y ya no había mas tiempo para explicaciones... ni para pedir disculpas.

¿Cuantas veces, en nuestras vidas, estamos comiendo las galletas de los demás, y no somos conscientes de ni del hecho ni de las personas? Antes de llegar a una conclusión... ¡¡observemos mejor!! Vivamos, gocemos, compartamos, hablemos, escuchemos, toquemos... y relativicemos. Tal vez las cosas no sean exactamente como pensamos..."

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