De la cocina estoy aprendiendo una cosa maravillosa: que a fuego lento tooooodo queda mucho más rico. Las patatas para una espectacular tortilla (la tapa para darle la vuelta también tiene mucho que ver, lo confieso), las verduritas pochaditas para un pollo rico rico, el propio bizcocho (con el horno a poco calor queda muchísimo más esponjoso...) Así que visto lo visto, he decidido aplicarlo a mi vida, que reconozco que no es uno de mis fuertes (a excepción de mi trabajo, para el que dispongo de toda la ternura y de la armonía del mundo): en el día a día, tengo cierto pulso impulsivo y muy Leo ;-))) Mucho mejor pararse y disfrutar suavecito, sin prisa, sin correr; disfrutar de los pequeños detalles, del tiempo invertido, de los pasitos lentos pero firmes. Creo que así se construye todo mucho mejor.
...me llenas,
me vacías,
me desarmas...
Así que me he propuesto darle una vuelta más a mis reflexiones y tomar decisiones con el alma en paz; ni en calor, ni desordenada, ni enfadada, ni a golpe de latido. No. Decisiones con serenidad. Que no es garantía de que las cosas vayan a salir bien, pero si es garantía de que nada nos quitará el sueño. Porque sentiremos que hemos tomado la decisión que acompañaba a ese momento. Decidir no es fácil, eso ya lo sabemos, pero la vida está llena de cruces de caminos y de opciones, de balanzas que se inclinan, de viajes finitos e infinitos. Y eso es lo que hará grande nuestra aventura.
Mil besos, mis chicos.
Regalaos un ratito de mimos para poner color y calor a vuestro éxodo particular...
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