Que la actitud con la que afrontamos la vida (reveses, alegrías, penas y amoríos) es la clave del éxito (o no), es un secreto a voces. Una actitud positiva, creativa y optimista y una buena dosis de realismo prudente (ya, ya lo sé... dictamen capcioso donde los haya ;-D) son la fórmula que nos garantiza, cuando menos, un camino (más o menos) llevadero. Si alguien nos pone una melodía alegre y nos acompaña con generosidad, entonces la cima ya no resulta tan dura. Que lo es. Pero menos.
Y en ese caminar (errático a veces, doliente a momentos, feliz en múltiples ocasiones), otra de las claves es dejar atrás el lastre que nos impide alzar el vuelo. Olvidar y desterrar lo que nos hace daño, lo que no nos aporta en positivo, lo que nos pone tristes sin poder controlarlo. Sacar todo eso del cajón de los recuerdos; vaciar, quitar el polvo (romper, tirar, quemar) y volver a empezar. Las veces que haga falta. Pero sobre limpio.
Y chicos... un poco de paciencia con nosotras; con nuestros cambios de humor, con nuestras necesidades de cuentos de princesas, con nuestras locuras complejas y redundantes. Ahora que no me lee nadie, lo confieso (aunque negaré haberlo hecho): somos difíciles. No sé si (además) la edad lo está agravando pero es verdad, lo somos. Le damos mil y una vueltas a todo, sacamos de quicio hasta las cosas más triviales, giramos sobre el rizo más rizado. Cierto. Y en cinco minutos podemos tener toooooooooooooda la gama de sentimientos, sensaciones, desconsuelos, conmociones y pesares imaginables. Incluso sin saber por qué, en muchas ocasiones. Pero es parte de nuestro encanto... ;-)))
Seamos luz, seamos alegría.
Seamos canción de paz.
¡Mil besos!
..y no quiero amores
no correspondidos....
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