He aprendido mucho (y creo que bien) a lo largo de mis trentaytodos. Pero como la vida es sabia (y otros muchos adjetivos que ahora por ser horario infantil no puedo reproducir ;-DDD) un@ nunca deja de aprender. O no debe dejar de hacerlo. Y en esa línea, uno de mis últimos aprendizajes ha tenido que ver con cierta costumbre (diría que bastante más femenina que masculina) de anticiparnos a los acontecimientos en clave de fatalismo. Lo confieso. Con la boca pequeñita, eso sí. Llevamos el melodrama en la sangre y ni telenovelas ni cuentos infantiles han ayudado a reconducir el tema. Por aquello de las mentiras, los estereotipos y las falsas esperanzas. Que no. Que los príncipes azules no existen, ni de coña. Aunque madrastronas hay a porrillo, las cosas como son ;-DDDD
Que me desvío.
Decía que he aprendido (o al menos en ello estoy) a no adelantarme en exceso sobre todo suponiendo en negativo. Incluso ahora quizá peco de prudente pero ya hace tiempo que decidí no ser el punching ball del destino. Que los astros elijan a otra, ¡¡qué narices!!. Yo me he atrincherado en mi atalaya silenciosa y que salga el sol por donde quiera (curioso dicho, dicho sea de paso). Se vive bastante más feliz en la relativa paz del presente; el pasado debe quedar anclado y el futuro vendrá con lo que tenga que venir. Así que la actitud más inteligente (y por ende la más sana y saludable) es gestionar el aquí y el ahora sin más pretensión que disfrutar de lo que somos y tenemos. Disfrutar mucho y bien. Para aprender mucho y bien ;-)))
(Permitidme una pequeña licencia gastronómica, ñsam ñam... ;-DDDDDD)
Así que os animo a que miréis al pasado para aprender de los errores y al futuro para dibujar sueños pero sobre todo, al ahora, al siguiente pasito que nos mantenga en marcha. Sólo así disfrutaremos del camino, de cada tramo; de cuestas, llanuras, paisajes, lloviznas y cimas, cuando sea el momento de llegar. Y luego bajar y volver a ponernos en marcha. No hay otra. Eso sí, haced el camino con gente que os quiera bien, que os cuide, que os mime. Los pequeños gestos convierten un día gris en uno lleno de luz.
Os espero en el saloncito,
para hacer una parada llena de ternura,
de paz y de bien.
¡¡Mil besos!!
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