Imaginemos que viajamos en un barco y a lo lejos avistamos un iceberg; lo miramos, ¿qué vemos? una masa de hielo. Pero debajo de ese iceberg, también se encuentra escondida a la vista otra masa de hielo gigantesca que lo mantiene y le da solidez. Esto es lo interesante, esa parte invisible a nuestros sentidos. Es decir, cuando miramos la realidad que tenemos delante de nuestros ojos, vemos su superficie, lo visible. Más o menos un 20 % del total, ¿y lo restante? eso correspondería a la parte inconsciente, ese 80 % del total.
La teoría
del Iceberg de Hemingway es una teoría muy interesante que viene a
decir que sólo atendemos aquello que percibimos a simple
vista. El resto pasa inadvertido, como sucede con un iceberg. Es decir, que hay una parte consciente de la información, pero
también otra inconsciente que deja muchas puertas abiertas.
Por regla general, pasamos por la vida visualizando sólo el 20 %. Nos quedamos con lo de fuera, con lo evidente, con lo que todo el mundo ve. Y lo cierto es que lo especial, lo distinto, lo maravilloso suele encontrarse un poco más dentro. De forma que no podemos permitirnos el lujo de criticar (mucho menos de juzgar) sin conocer la historia completa, sin tener todos los datos. O la mayoría de ellos, al menos. De ahí que sean nuestros amigos y gente allegada la que verdaderamente puede saber sortear (y disfrutar) el iceberg.
Me gusta la gente que arriesga, que intenta conocer las raíces de las personas, que ansía conocer su alma (la propia y la ajena); me gusta la gente que se deja sorprender, que busca más allá de las apariencias externas; la gente que de su propia autocrítica, sabe empatizar con las necesidades ajenas. Me gusta la gente honesta, sincera, directa, transparente. Me gusta la gente que conversa, que escucha, que aprende. La gente buena.
Me gusta la gente que arriesga, que intenta conocer las raíces de las personas, que ansía conocer su alma (la propia y la ajena); me gusta la gente que se deja sorprender, que busca más allá de las apariencias externas; la gente que de su propia autocrítica, sabe empatizar con las necesidades ajenas. Me gusta la gente honesta, sincera, directa, transparente. Me gusta la gente que conversa, que escucha, que aprende. La gente buena.
Y pensando en esto de las raíces y las cosas que no se ven
(también lo decía Saint Exupery -"lo esencial es invisible a los ojos"),
creo que hace mucho que no me paro a dar las gracias.
Así que aprovecho para volver a decir, con el corazón lleno,
que agradezco a todas y cada una de las personas que pasan por el saloncito,
la luz, la paz, la armonía;
la alegría de poder decir cuánto me gusta mi trabajo,
cuánto disfruto, qué felíz me hace.
Gracias.
Como siempre.
Como cada una de las veces.
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