Recrearnos y martirizarnos en lo que pudo haber sido y no fue es una práctica casi inevitable pero tremendamente dañina para la mente y por ende, para el corazón. Lo pasado, en el pasado queda y lo que hicimos, dijimos o dejamos de decir o de hacer ya no se puede recuperar. Ni cambiar. Así que sólo nos queda aprender para que la próxima vez la vida no nos pille desprevenidos. O al menos tengamos un poco más de repriss para poder tomar decisiones certeras que no nos pesen después como losas insalvables.
Pero, obviamente, los errores que cometemos son la guía para aprender, para crecer. Equivocarse no siempre es sinónimo de fracaso aunque suele ser el regusto más habitual. Equivocarse puede ser el camino para reinventar otro futuro distinto, mejorado, más armónico, siempre que aprendamos para mejorar, no para hurgar en un pasado irrecuperable.
Hay que reinventarse, hay que redecorar cada una de nuestras facetas: como padres, como profesionales, como hermanos, como hijos, como amantes, como personas ociosas, como amigos...No podemos insistir en una de las dimensiones porque sabemos que somos buenos y descuidar las demás. El todo nos hace ser lo especiales que somos. Al final, cualquier aspecto de nuestra vida que se convierta en obsesivo, resulta negativo. Cualquiera. La armonía entre todo es lo que nos lleva de la mano a la felicidad.
Alguien estupendo me ha descubierto esta canción que yo desconocía, así que la comparto con vosotros. Al hilo, porque habla de no pensar en el pasado y darle una nueva oportunidad al presente...
Os deseo un jueves tierno,
un jueves lleno de magia.
Un beso,
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