Hoy ha sido el primer domingo que, prácticamente, no he hecho nada durante casi todo el día. Nada productivo, se entiende. Nada bajo el control aciago del reloj. Nada que no haya sido disfrutar por disfrutar y dejar que el tiempo me acaricie con sus plumas invisibles. Un lujo, la verdad.
También he remoloneado un poco en la cama, eso sí que ha sido un gustazo. Me gusta ese primer ratito sin prisa, desmontando sábanas y edredones, sintiendo la paz de la luz del día; porque a mi me gusta dormir con las persianas subidas y descubrir, agazapada, cómo llega un nuevo día a mi vida. Me encanta que entre el sol por las ventanas; me encanta saber que ya es una hora decente para ponerse en marcha, me encanta la sensación de plenitud...
... y también me encanta un ratito de soledad. De silencio, de música, de ruido... de pensamientos encadenados. Tiempo para organizarme, tiempo para repasar, para reinventar(me). Tiempo. A secas.
Os invito a dejaros empapar de paz.
De armonía.
De generosidad.
De luz...
...mi fin de trayecto eres tú...
¡¡Felíz domingo!!
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