miércoles, 5 de enero de 2011

*OBSERVANDO, APRENDIENDO...

Me encanta observar a las personas; es algo que hago desde hace muchos años, muchos (supongo que cosas del sistema límbico ;-P). Creo que es porque observando se aprende mucho y como son tantas las veces en las que nos podemos ver reflejados en los demás, es bueno dejarse empapar un poco de ejemplos ajenos para cuestionar nuestra propia forma de actuar. Y observando observando, hay una cosa que hacemos casi todos y que me llama mucho la atención: y es la de echar la culpa a los demás de todas nuestras desgracias. Cuando estamos desilusionados o frustrados, cuando estamos sufriendo o no tenemos un buen día, tendemos a buscar un objetivo para echarle la culpa.



Hay mucha gente que no sabe aceptar que se ha equivocado, que no ha sabido buscar una solución. Es mejor acusar a otros y buscar excusas con más o menos acierto para poder asumir que las cosas no han salido como se esperaba. Esto nos da cierta seguridad, ya que nos desliga de toda responsabilidad. Negamos la realidad. Mis aciertos son gracias a mí; los errores, por el contrario, siempre son de los demás.Y que se note. Proyectamos nuestra infelicidad en los demás, en lugar de tomar medidas para hacer cambios que, obviamente, nos darían mejores resultados. Además echar la culpa no hace más que sentar las bases para un mayor sufrimiento y descontento. 




Cuando uno se acostumbra a atribuirle a terceros el fracaso propio, se termina viviendo en una situación muy negativa: de algún modo, uno cede el dominio sobre la propia existencia a otros, cuya consecuencia es que seamos incapaces de tomar acciones para subsanar desaciertos y tener una mejor calidad de vida. Si somos incapaces de reconocer los errores propios, ¡no contaremos con la posibilidad de enmendarlos!

Echar la culpa es una forma de agresión. Buscar fuera un objeto al que podamos imputar nuestra negatividad e irritación obstaculiza nuestra capacidad de tener paz. "-Cuando decidimos no echar la culpa —dice Mípham Rímpoche—, el mundo se abre. Comenzamos a apreciar las idiosincrasias de la vida. Tenemos más imaginación y nos volvemos más capaces de descubrir cómo avanzar con
creatividad".




Así que si llegamos a este punto, respiremos hondo y hagamos autocrítica; analicemos con toda la objetividad posible qué ha pasado y de quien ha sido la culpa. Siempre nos contaminará un poco de subjetividad y de orgullo maquillado, pero tenemos que mantenerlo controlado. Echemos mano de nuestra inteligencia emocional, esa maravillosa capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos, y démonos un baño de humildad bajando las orejas y asumiendo lo que tengamos que asumir. Porque todo suele ser más fácil si se hace con cariño y con la sabiduría de la docilidad, la paciencia y el recogimiento. Que lo que los demás piensen de nosotros puede ser importante pero lo es mucho más el concepto que tengamos de nosotros mismos. A poder ser que nos queramos mucho y bien.





Os lleno de besos, mis chicos.
Que también es una forma muy linda de perdonar,
de acercarse,
de demostrar sencillez.
Ternura en estado puro.
Besáos, besémonos...

¡Felices Reyes!
;-)




"...Siempre quedará mañana,
la mañana de mañana junto a tí..."

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