El otoño es uno de los momentos más críticos de los ciclos estacionales.
Por el cambio (brusco) de clima, por el cambio en la alimentación, por sentir que se acaba un tiempo (ese glorioso fin de año)... Si nos cuidamos con un poco más de mimo en otoño, tendremos beneficios a largo plazo.
 La estación                              de tránsito entre verano e invierno obliga                              a nuestro organismo a una serie de adaptaciones. Para                              empezar hay que prepararse frente al descenso de las                              temperaturas y eso lo hace nuestro cuerpo a través                              de un mayor consumo de energía que precisa                              nuestro centro cerebral de regulación térmica. 
Además, ese mayor gasto energético es uno de los factores que influyen en el descenso de nuestra capacidad de defensa frente a los gérmenes. Y como también el tiempo húmedo y templado es propicio para el desarrollo de muchos virus y bacterias aumenta el peligro de infecciones, especialmente del aparato respiratorio.
 También la                              disminución de las horas de luz solar a través                              de la estimulación de los centros cerebrales                              y sus conexiones con el sistema hormonal es uno de                              los elementos que influyen en el aumento de los problemas                              de depresión y empeoran algunas manifestaciones                              psicosomáticas típicas como pueden ser                              las gastritis y las úlceras de estómago. 
Y todo ello empeora en las ciudades, las mejores fábricas de estrés que ha inventado nuestra civilización, con la contaminación, el tráfico y la vuelta al trabajo que contribuyen a aumentar las tensiones, las depresiones y los padecimientos gástricos.
La mejor forma de prepararse para los problemas otoñales es mantener una dieta equilibrada que en esta época debe incluir una mayor cantidad de proteínas y grasas para compensar el mayor gasto calórico y las necesidades de la época fría. Es el momento de ir incluyendo en nuestra dieta los platos de cuchara que se abandonaron casi del todo en verano: cocidos, legumbres y guisos de patatas con carne o pescado alternados con una buena cantidad de verduras, ensaladas y frutas. Asimismo, es preciso aumentar la ingesta de lácteos para compensar el descenso de la síntesis de la vitamina D en nuestro organismo. Yogures, cuajadas, quesos frescos y todo tipo de derivados lácteos son un buen complemento a nuestra dieta ya que, además de su riqueza en calcio, aportan proteínas -de gran importancia a la hora de nuestra propia reconstrucción celular- y lactosa que ayudan a la transición entre la ligera alimentación veraniega y la más contundente invernal.
 Una pieza fundamental                              de la alimentación preventiva de otoño                              es la fruta que precisamente la naturaleza nos brinda                              en el momento adecuado. Para suministrarnos las vitaminas                              esenciales están los frutos de color amarillo oro; como la calabaza -que cocida,                              al horno o en menestra- aporta una gran cantidad                              de vitamina A; o el caqui, las granadas y las ensaladas de otoño,                              como la endibia. Los tomates, que todavía siguen                              siendo ricos y sabrosos, son un punto de                              fuerza como condimento de la pasta, con albahaca y                              aceite de oliva extra virgen, por ejemplo. Además empiezan a madurar los                              cítricos; naranjas, mandarinas y pomelos son                              las mejores fuentes de vitamina C, de amplio y conocido                              papel antiinfeccioso, especialmente frente a las viriasis                              propias de esta época. 
  
La miel, además de aportar calorías                              de utilización rápida por su contenido                              en hidratos de carbono, es rica en jalea real -que                              aumenta el tono vital- y en própolis, el antibiótico                              natural de las colmenas, por lo que conviene incluir                              una pequeña cantidad diaria en nuestra dieta                              preventiva. 
 
Es también una buena costumbre tomar infusiones                              después de las comidas, no sólo para                              ayudar a hacer una digestión que va a ser más                              pesada con los cambios de alimentación otoñal                              sino porque tienen también efectos                              preventivos y curativos frente a infecciones y problemas                              gástricos. 
Y dos regalos estupendos: las setas y las castañas
Las setas nos aportan vitaminas del grupo B. En concreto, destaca su aporte de vitaminas B2 y B3, además de ser fuente de algunos minerales como yodo y potasio. Y asimismo, favorecen la absorción de calcio y fósforo, lo que contribuye a la mineralización de huesos y dientes.
Las castañas, por su parte, son una buena fuente de minerales, entre los que destacamos el magnesio,  potasio, hierro y fósforo, y según algunos estudios se les atribuyen  propiedades tanto antiinflamatorias como vasculares.
En resúmen: una dieta equilibrada, ejercicio supervisado (con profesionales serios y que sepan cómo se trabajan los objetivos deseados, eso sí) y una buena dósis de ternura y de placer nos permitirán disfrutar de un otoño lleno de colores positivos. 
PD: Gracias, como siempre,
a quienes dejáis huellas en el saloncito,
a quienes os hacéis seguidores,
a quienes compartís ternura y sabiduría
en forma de palabras,
fotos,
susurros,
sonrisas...
Gracias por ser parte de mi vida.
 
 






2 comentarios:
Hola señorita ternura, voy a saguir tus sabios consejos. Lo de la miel y las infusiones es a diario, dátiles no faltan y la fruta ahora es tiempo de mangos aquí... creo que más o menos lo llevo todo bien.
Ahhh¡¡ y además cálidos abrazos debajo de las mantas, ayudan no ?
Besos de otoño, preciosa
De nada, tu también eres parte de la mía.
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