Porque la verdad es que nos aferramos a las cosas materiales con un afán casi enfermizo. Guardamos porsiacasos, recuerdos de juventud y casi siempre, tiempos mejores. Guardamos fotos, ropa vieja (?), entradas de conciertos, el primer forfait, cartas manuscritas; guardamos tazas de recuerdo, camisetas de recuerdo, figuritas de recuerdo. Botes medio llenos, medio vacíos, botes de colonia... Cosas, al fín y al cabo, inútiles. Al menos poco útiles. Y que ocupan espacio, del de dentro y del de fuera.
Sea como fuere, es necesario soltar lastre;
y a propósito de ese lastre, os dejo un post simpático que refleja la vida en estado puro.
"De vez en cuando me da un ataque de "lastritis".
Es una enfermedad que se va incubando lentamente
y de pronto ataca sin piedad.
Me empiezan a picar las manos y me sube por los brazos
un deseo irrefrenable de ponerlos en disposición de tirar a la basura
un millón de cosas.
Algunas de esas cosas llevo años odiándolas
y las conservo por si acaso se presenta en casa la persona q
ue me las regaló en un día particularmente aciago.
Otras, son recientes pero se me ha olvidado para que las compré
o si no lo hice yo, como han llegado hasta mi casa;
otras han perdido su utilidad y otras están ya aburridas de existir.
Y ya no puedo aguantar más y comienzo una búsqueda concienzuda
por armarios, cajones, altillos, estanterías, arcones y cualquier otro lugar
susceptible de contener algo de lo que pueda deshacerme de inmediato.
En menos tiempo de lo que tardo en contar hasta cien
ya he logrado llenar unas cuantas bolsas que irán a parar al contenedor
en cuanto estén cerradas para no caer en la tentación de volver a guardar algunas. Y
cuando, por fin, las he perdido de vista para siempre
sé que las echaré de menos aunque ya no tuvieran ninguna utilidad
pero me siento mucho más ligera y libre.
Hay lastres más difíciles de soltar.
Lastres que nos atan el alma a sentimientos que ya no necesitamos.
Enfados que ya hemos olvidado porqué surgieron,
rencores que nos impiden sonreír al prójimo,
enfrentamientos por causas estúpidas que nos alejaron de algún amigo,
daños colaterales de guerras que no eran nuestras
o batallas que perdimos justamente y no queremos reconocer.
Las personas nos hundimos bajo el peso del orgullo,
la soberbia, la vanidad, la prepotencia, el victimismo y
mil otras causas que conocemos de sobra aunque no queramos admitirlo.
¿Porqué no empezar, ahora mismo, a soltar lastre emocional?
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