Cuando decidimos dejar atrás nuestras raíces casi nunca somos realmente conscientes de cuánto ponemos en juego. Las raíces hablan de recuerdos, de gente que se quedó en el camino, de historias, de primeros amores, de risas... El pasado es pasado por algo y es parte del presente y del futuro, se quiera o no. Hay quien prefiere no mirar atrás, claro; yo no, yo asumo lo que fui y por supuesto lo que soy; pero todo el bagage, todos los kilómetros de vida, están ahí dejando su huella y permitiéndome parar de vez en cuando para otear el horizonte.Y respirar hondo. Que casi siempre estámos tan absortos en el camino y en llegar vayaudasaberdonde, que nos olvidamos de disfrutar del paisaje. Disfrutar sin más. Siempre vamos con prisa, nunca tenemos tiempo para lo que nos gusta de verdad; es como si dedicarnos tiempo, como si prestar atención a nuestras necesidades fuera algo prohibido. Y tonto. Y sin embargo, ése cuidarnos, ése mimarnos, ése reconocer lo que de verdad queremos,es lo que nos permite darle un sentido especial a la vida. Sino, acabamos funcionando como autómatas, acabamos haciéndolo todo por obligación, por rutina, porque sí.
Os invito a parar en el camino; a detener el motor, todos los motores, a silenciar el alma para poder escuchar al corazón. Os invito a un picnic, relajado, divertido, sin más pretensiones que descansar y disfrutar del sol, de una caricia, de un buen vino. Es bueno estar solo de vez en cuando; es buena la soledad buscada, la soledad reflexiva, la soledad creativa. Es bueno escucharnos, porque casi siempre tenemos muchas cosas que decirnos...
Y también es bueno -imprescindible, diría yo- tener ese espejo amoroso y sincero en el que mirarnos; un espejo que nos devuelva la realidad profunda, la de nuestros instintos y nuestros defectos. Para eso están los amigos, para querernos por todo y hacernos mejores personas, para que la vida tenga más sentido, para no olvidar quienes somos; y con raices o sin ellas, los amigos que perduran a lo largo de
los años, son la extensión de nuestro propio yo, pequeños pepito grillo que nos reconducen, que nos animan, que nos cuestionan, que nos dejan luz a cada paso.
Retomad amistades, retomad amores, retomad la vida en su estado más puro.
Pd: Sé y entiendo que hay mucha gente que tiene una imágen bastante distorsionada de Bilbao en particular y de lo vasco en general. Lo cierto es que hay cosas buenas y menos buenas en todos los sitios -somos personas, al fin y al cabo-; así que por si alguien se quiere dar un paseo por el Norte, os dejo una fotitos -permitidme esta pequeña licencia hoy- para que disfrutéis tanto como quienes lo vivimos de otra forma :-)
¿A que soy buena Cicerone? ;-)
Una vez más, gracias por todo.
Besitos tiernos
(La Txalaparta, El Puente de San Antón, La Basílica de Begoña, La Estación del Norte, Las Siete Calles, La Ría de Bilbao, El Funicular de Artxanda, El Parque de Doña Casilda, El Guggenheim, El Arenal, El Puente colgante -que no está exactamente en Bilbao, sino en Getxo, pero es que es Patrimonio MUNDIAL- y una cazuela de Txipirones en su tinta).
Y cómo no, BIZKAIA MAITE, de Benito Lertxundi.
Una de esas cosas de nuestra mochila de recuerdos... :-)
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