miércoles, 25 de febrero de 2009

** LA MEDIDA DE LO "NO-MEDIBLE"


... Tod@s estámos de paso; somos, como dice El Principito, "efímeros" y por lo tanto, en esta travesía maravillosa, compleja y excepcional que es la vida, deberíamos elegir con cuidado qué llevar en la mochila (yo es que tengo un espíritu muy hippie, ¡qué queréis que os diga!). Si la llenamos de cosas innecesarias, no sólo caminaremos con más dificultad sino que, a la hora de la verdad, no tendremos lo verdaderamente necesario para sobrevivir. Porque al final se trata de eso, de seguir avanzando, de seguir creyendo, de seguir soñando...

¿Habéis hecho alguna vez un RAID? Es ésa especie de "prueba final" de los campamentos de verano (al menos de los campamentos que yo tuve la suerte de vivir). Se propone pasar 24 horas en soledad (con cierto control ,bien es cierto. Quiero decir que no hay peligro de ningún tipo...) y con el avituallamiento justo para esas horas; leche, pan, paté y tres o cuatro cositas más que cada un@ debe gestionarse con cabeza y cierto sentido común. Que no siempre se lleva en la mochila, claro (digo el sentido común ;-D). Y en ésas 24 horas de retiro, también hay algo de trabajo de reflexión personal, sobre todo para intentar poner palabras a sentimientos y sensaciones que nos rondan y que a veces no identificamos. Como vernos desde fuera; que a veces somos inaguantables, objetivamente inuagantables... ;-))))

Yo recuerdo mis Raids (y he hecho unos cuantos) como experiencias maravillosas, mezcla de emoción y de austeridad, descubrimiento y ahondamiento. Mirar a la cara a los miedos, a los sueños, a las limitaciones; poner palabras a la utopía y reforzar la idea de que, realmente (casi) todo es posible. (¿Quién ha puesto más énfasis en el "casi"?).

Así que una de los aprendizajes más serios que nos brinda un Raid es que son muchas las cosas de las que podemos prescindir para ser felices. Tendemos a acumular pensando que cuanto más tengamos, más posibilidades de alegría tendremos. Y la verdad, nada más lejos de la realidad. Bien es cierto - no voy a hacer demagogia barata-, que el dinero no sólo es imprescindible para vivir sino que facilita muchas muchas cosas. Muchas. Somos seres sociales y como tal participamos del sistema político y económico que nos ha tocado vivir. Que dicho sea de paso, es un lujo. La única pega es que, cuando perdemos de vista que las cosas materiales sólo son medios y las tomamos como fines en si mismo, acabamos participando en una carrera que no tiene fin. Sin embargo, si nos ocupamos de nuestro desarrollo personal, si podemos relativizar todo lo material, si podemos simplificar para percibir las cosas que nos proporcionan paz, podremos crear más y mejor, podremos innovar y descubrir la originalidad de cada nuevo día que se nos regala. Y hasta es posible que, de ese modo, acabemos teniendo más...

Os recomiendo un Raid de búsqueda, de escucha de silencio interior; un Raid en donde trabajéis virtudes, defectos, sueños y miedos (como los tigres de PNL...;-)). Y os levantéis, después, con ganas de comeros el mundo y con la sensación bella, muy bella, de que (casi) todo es posible...


Por el camino,
regaláos un masaje
que os reconectará
con vuestras emociones,
con vuestras sensaciones,
con vuestros sentidos...
regaláos un rato
de esos que pasan casi sin darnos cuenta
pero que nos dejan un poso
de luz y de paz.

Besos,
de esos que no se compran...



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PD: este es tan buen momento como otro cualquiera
para hacer mención al libro de Saint-Exupery;
bueno, mención ya he hecho arriba,
ahora lo que os diría es que
hay que leerlo al menos una vez.
He encontrado un post de otro blog
sobre el libro y como me ha parecido simpático,
conciso y en una línea con la que me identifico,
pues os lo dejo aquí.
Ya me diréis,
en especial un tal Nacho ;-))))
que me han dicho que lee
-mira, observa, escucha, atiende,
siente, sueña, vive...-
mucho...


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...extraído de cuadernobueno.blogspot.com....



Cierro la tapa del libro. Ya está, ya lo he terminado; ya me he leído "El Principito".

Nunca había leído la archiconocida obra de Antoine de Saint-Exupéry, lo reconozco. Sin embargo, era muy curioso: conforme iba avanzando a través de sus páginas y dibujos iba reconociéndo diferentes momentos del libro: el dibujo de los tres 'baobabs' sobre el planeta del Príncipe, el encuentro con el zorro, el planeta del farolero... me daba la sensación de que ya lo había leído antes. Y es que "El Principito" es una obra universal de la literatura contemporánea, una obra maestra inmortal por todos de sobra conocida. Cuantísimas generaciones han crecido con ese niño tan particular que un día se dejó caer por el planeta Tierra. Muchas personas me han recomendado por activa y por pasiva que me sumergiese en su lectura, que nadie que se decía amante de las letras podía hacerlo si no había leído "Le Petit Prince". Pues ya lo he hecho.

Y llega la segunda curiosidad. Odio y amo al "Principito" (al libro, por supuesto); no quieron que estas palabras se confundan y den la sensación de que esto es una auténtica tragicomedia. No. Es que me ha gustado leerlo y meditar sobre algunas de las cosas que De Saint-Exupéry nos intenta transmitir; es más, cada una de sus páginas permíteme extraer alguna idea que nos invite a la reflexión. Si bien, por otro lado, sé que jamás me lo volveré a leer ni recomendaré directamente su lectura (pues indirectamente lo estoy haciendo ahora mismo). Quizás por demasiado infantil... no sé muy bien porqué

No obstante, y en honor a la verdad, hay un pasaje del mismo que me ha cautivado: es su encuentro con el zorro y ese prodigioso diálogo que sobre la amistad entablan. Prodigioso. "Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos."

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