...Siento este retraso en la actualización del blog; a veces la vida llega a trompicones y hay que volver a buscar el norte para redescubrir la cantidad de cosas bellas que nos encontramos en el camino.
Estoy en Bilbao, ya os lo he ido contando; aquí he nacido, aquí me he criado y aquí he pasado los años dorados de mi juventud. Todos son, por tanto, buenos recuerdos, nostálgicos a veces, divertidos otras, maravillosos siempre. Es como volver a mirar atrás con ojos diferentes, más maduros, más críticos, menos utópicos. Pero está resultando un viaje fantástico, muy mágico.
Ayer, sin ir más lejos, una amiga me invitó a un taller de energía femenina, de imposición de manos. Ya, ya sé que a priori os puede sonar a algo "raro" pero nada más lejos de la realidad; fue un espacio de comunicación, de ser, pensar y sentir desde la feminidad y hacia la feminidad. Me dí cuenta de que siempre hay armarios por vaciar, armarios a veces preciosos por fuera pero desordenados por dentro. Nos empeñamos en guardar trastos que, además de ocupar espacio, pueden llegar a convertirse en el lastre más importante para nuestra felicidad. Siempre tendemos hacia una seguridad que nos ancla, que igual que nos permite echar raices, así nos reduce la movilidad. Siempre ese trabajo que no nos gusta, esa relación condenada al fracaso, esa sonrisa falsa, esa generosidad interesada... siempre robando energía pero sin devolverla. Bien es cierto que no siempre tenemos los chakras abiertos para recibir ni dispuestos para dar. Hay temporadas que necesitamos ser un poco más egoístas y otras en que nos involucramos demasiado; hay veces que necesitamos que nos mimen y otras que somos el hombro donde los demás lloren. Hay veces que ... ni chicha ni limoná ;-)
Pero es que la vida se hace así, a veces dando pasitos, a veces corriendo, a veces tropezando aunque siempre con la obligación de convertir cada aliento en un momento para la felicidad. Ayer, en el silencio de la comunicación -un regalazo el taller, de verdad que sí- lo que más insistentemente me rondaba el interior era que en este momento de mi vida, con mis vivencias, con mi historia, con tantas lágrimas, con la gente que comparte mis andanzas, con quienes os regalais un masaje y me regalais a mí esos momentos de magia (incluso pasan ángeles por mi saloncito....), con lo que soy y lo que tengo, he de estar agradecida y es mi deber construir en positivo y desde la pasión del corazón.
Pasad por mi saloncito, ponéos cómodos y regaláos el tiempo y el espacio mágico que nos permite la ternura de comunicarse con el cuerpo. ¡Os espero!
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