...Llevo una mascarilla de arcilla (que además, rima) en la cara al tiempo que actualizo el blog. No es que me haga especial ilusión que me imaginéis así -terrible aunque divertida visión, ¡para qué engañarnos!- pero me apetecía compartirlo con vosotr@s. Y todo para insistir en que, lejos de tener que ser esclav@s de la moda y de las medidas perfectas, lo ideal es conseguir un equilibrio vital que nos permita ser y sentirnos felices, dentro de los ideales y los valores con los que elegimos vivir nuestra vida.
Casi todo el mundo tenemos algo de lo que quejarnos, algo que no nos gusta en nuestra vida y algo que nos acompleja; yo, la verdad, no sabría deciros cual sería mi mayor deseo de cambio (quiero decir, la paz, que acaben el hambre y las guerras, que hubiera un poco más de amor... son deseos tan bellos como imposibles, así que éstos no valen) y ciertamente este pensamiento me produce tranquilidad. He conseguido cierto equilibrio, amo mi trabajo, tengo gente maravillosa que me devuelve su amistad sin necesidad de pedirla... no he plantado un árbol ni he escrito un libro, pero bueno, creo que he conseguido otras cosas que hacen que mi vida sea bella y que merezca la pena vivirla.
Estoy un poco filósofa; barata, eso sí, aunque como es mi filosofía, pues me quedo con ella. Pensaba dedicar hoy el blog a tod@s l@s que, por una u otra razón, confiais en mi y os animais a pasar por mi saloncito de masajes. Sé que insisto en ello pero me gusta que sea así y me gusta transmitirlo. Gracias porque me dejais ser parte de vuestra intimidad, de vuestro corazón, de vuestras sensaciones (confío en que placenteras ;-))). Gracias por los abrazos, los besos, las caricias, las sonrisas, las frases de los maestros, la calidez. Gracias por dejaros hacer, por pedir, por recibir. Y gracias, siempre, por venir.
Un placer, de verdad, la generosidad bidireccional de los masajes que nos regalamos. Porque todos damos y todos recibimos, incluida yo.
Besos, los mios también, íntimos...
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