jueves, 2 de octubre de 2014
** SIGLO XXI, 4.0
...siempre pensaré
que te encontró mi estrella de la buena suerte...
(...)
Vivimos en la era de las telecomunicaciones, lo sabemos; teléfono móvil en mano a toda hora, mandamos emails que llegan en un segundo, conversaciones de watsapp que no pocas veces se convierten en arma arrojadiza; leemos el periódico online y nos descargamos la música que nos gusta y muchísimos libros que seguramente no leeremos nunca. Es lo que hay. Y que conste que yo no tengo nada en contra de los avances -sobre todo los que se dan a nivel médico así como a nivel educativo, pilares fundamentales de nuestra sociedad- pero reconozco que aún mantengo cierta ternura nostálgica por algunas de aquellas cosas que solíamos hacer hace no tanto tiempo.
Soy muy fan de los libros en papel, por ejemplo; bien es cierto que el ebook me parece un avance maravilloso para aquellos que disfrutamos leyendo, pero de tanto en cuanto, sigo echando mano de algunos volúmenes que guardo con cariño y de textos y apuntes que tengo escritos de mi puño y letra. Otra cosa bastante perdida, dicho sea de paso. Yo -llamadme moña romanticona, vaaaaale- creo que las palabras escritas que regalamos a otra persona, consiguen arrancar latidos que ni sabíamos que estaban ahí. Un regalito, por sencillo que sea -mantengo y mantendré que un regalo no es importante por su valor económico, sino por la intención y por haber sido pensado en exclusiva para alguien en concreto- acompañado de unas palabras sinceras y llenas de intención, pueden conseguir ablandar al más pétreo de los corazones. Casi seguro.
También soy fan -ya os lo he contado más veces- de las pizarras de corcho, espacios llenos de vida donde podemos dejar huellas de las cosas importantes que merecen estar cerca de nuestros afectos diarios. Podemos poner fotos, relatos, poesías, notas, regalos, flores... recordatorios de aquellas cosas por las que nos sentimos agradecidos, actitudes que debemos mejorar, sentimientos que queremos compartir... cabe de todo :-))))
Y al igual que en los corchos cabe de todo y están llenos de vida, el saloncito también se llena de luz cada vez que os abandonáis a su magia, que es la vuestra, la nuestra, la que me regaláis cada vez que confiáis en mis manos. Me apasiona mi trabajo, me encanta sentir la ternura y me encanta la paz que siento con cada uno de los masajes. Un placer, mis chicos. Así que estrenado el otoño, os espero con los brazos abiertos para regalarnos un ratito especial, un alto en el camino, un respiro. Siempre sois bienvenid@s.
Paz y bien, mis chicos.
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