martes, 30 de octubre de 2012
**SIENDO...
"¡Es que yo soy así!
"Ya sabes cómo soy"
"Si me conoces un poco..."
¿Qué? ¿Si te conozco un poco, qué? ¿Tengo que negarme a mi mism@ para que tú salgas indemne? No, gracias. Si hay una actitud egoísta entre todo el ramillete de inteligencias con que hemos sido bendecid@s, esa es la del chantaje emocional. Y la de recordarle al que tenemos al lado que nuestra forma de ser es mucho más legítima, importante y defendible que la suya propia. Directamente, es un insulto en toda regla. Es decirle lo poco que nos importa nadie que no seamos nosotros mismos, la poca empatía de la que hacemos gala, la nula solidaridad que nos caracteriza y lo acérrimamente cabezotas y egocéntricos que podemos llegar a ser. Casi ná.
No sirve como argumento el manido "es que yo no voy a cambiar". No es útil. Ni positivo. Ni creativo. Es obvio que tenemos un carácter y que se manifiesta a través de nuestras palabras y de nuestros actos. Más o menos acertadamente, también es verdad. Y habrá con quien tengamos más feeling y habrá con quien no nos entendamos ni aunque pasen cien años. Pero si nuestra disposición es la de apertura, la de querer aprender de l@s demás, la de querer crecer con lo que l@s demás nos enseñan, entonces no podemos abanderar "soy como soy". Todo lo contrario, más bien.
Deberíamos estar dispuestos siempre; dispuestos a escuchar, a reflexionar, a modelar nuestro yo. Dispuestos a aceptar nuestros errores y a cambiar aquello que no nos gusta de nosotros mismos, aunque es evidente que primero tenemos que identificarlo. Y para eso es necesario una buena dósis de humildad, de sencillez y de autocrítica. Tenemos que dejar espacio a la luz.
Solo cuando seamos sinceros con nosotr@s mism@s podremos cambiar el "soy como soy" por el "soy lo que necesites que sea". Para que la gente que nos quiere y que ha decidido caminar a nuestro lado pueda esperar lo mejor de nosotr@s, para ofrecer nuestra mejor versión. A todos nos gusta que nos traten bien, que nos cuiden, que nos mimen. A todos nos gustan las palabras amables y los gestos de ternura. Nos hacen bien. Y si así las recibimos, qué menos que devolverlas igual.
Así que os invito a cambiar el argumento, a abandonar la soberbia y a cambiarla por unos brazos acogedores y un corazón lleno de gratitud, desde el que se pueda decir lo que se siente y lo que se piensa sin ofender ni querer mal. Dejándonos ser.
Un besito lleno de amor, mis chic@s.
Y de infinita gratitud.
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