Iba a iniciar un tema nuevo que me parece importante en estos tiempos que corren, la comunicación, pero como habíamos dejado un poco aparcado el tema del orgasmo, lo retomo para cerrar esta tercera parte.
Como animales que somos, el pulso sexual es parte de nuestra biología. No hay que olvidar que es un concepto dinámico, ya que en la sexualidad influyen muchos factores que determinan la forma de relacionarnos con nuestro cuerpo y con nuestra mente. Pero el último, el final, siempre acaba siendo la necesidad de sentirnos plenos, satisfechos y gozosos. El orgasmo nos permite aunar todas esas sensaciones porque, siendo sinceros, no llegar al orgasmo -y no hablo sólo de eyacular- es un sentimiento que provoca desazón y tristeza. Si conocéis a alguien que haya llorado de pena mientras hacía el amor, entonces sabréis cuán doloroso puede llegar a ser el sentir el abismo de soledad que puede abrirse entre dos personas.
El orgasmo, entonces, se convierte en comunicación, en espiritualidad llena de luz y de magia. Se convierte en el lenguaje de los sentidos, en la ternura de la generosidad. Que dos cuerpos aúnen energía y la compartan con armonía, es la aspiración absoluta del sexo.
Pero -y retomo-, como animales que somos, también hay un lado más salvaje que no hay por qué obviar y que no le resta ternura al sexo. Hay días y momentos para todo. Eyacular es el aspecto más físico con el que se comunica nuestro cuerpo; es una brusca descarga de la tensión acumulada durante el período de excitación y en mi opinión, es un regalo. Esos segundos de explosión nos hacen tocar el cielo y consiguen que el mundo se pare para deleite única y exclusivamente de nosotros mismos. No hay nadie más, no hay nada más.
Por regla general, no hay nadie mejor que uno mismo para conocer nuestras propias preferencias a la hora de excitarnos; y por eso mismo, tenemos el sutil deber de expresar con palabras qué prácticas nos resultan más placenteras y cuáles menos. Debemos aprender a pedir, a sugerir, a indicar, a orientar... Permitidme, mis chicos, este apunte biológico más que obvio: los hombres sóis mucho más sencillos en materia sexual que lo que lo somos las mujeres. Nuestra mente es mucho más compleja y nuestros mecanismos corporales, también. Las hormonas nos poseen cual aliens descontrolados, nuestro clítoris es pequeñito, nuestros complejos son grandes... Así que, si queréis dejar satisfecha a una mujer, es más que probable que la inversión -en esfuerzo y dedicación- que haya que hacer, sea mayor para con nosotras. Y que nos escuchéis, porque no todas somos iguales ni reaccionamos de la misma manera. Incluso ni la misma mujer tiene todos los días el mismo ritmo sexual.
Por partes.
A la pregunta de: tus orgamos son clitoridianos o vaginales? hay tantas respuestas como mujeres en el mundo, me temo. Y eso que sólo hay que elegir entre dos opciones. (Esto me recuerda, no sé por qué, al curso de árbitro de balonmano que hice en su día; el profe, Miguel Ángel Amigo, uno de los mejores árbitros que ha dado la historia vasca, nos preguntó si todos sabíamos lo que era un penalti. Rotundo el sí. A lo que él respondió: "¡(palabrota)! yo llevo arbitrando veinte años y todavía no lo tengo claro..."). Pues como el penalti de balonmano, los orgasmos son y llegan de distintos y variados modos. Hay descargas bestiales que cierran el círculo hasta pasadas unas horas, hay mini descargas que nos permiten seguir con el maratón de sexo una y otra vez; hay excitación absoluta sin descarga, hay excitación mental...
Sea como fuere, en nosotras se suceden contracciones musculares en la vulva, la vagina y el útero. Los hombres podéis sentir nuestros orgasmos con dichas contracciones y si bien no eyaculamos, si se puede lograr una secreción vaginal distinta. Los gestos, los gemidos, el ritmo del pulso... también os pueden dar una pista de si las cosas están funcionando bien.
Por último, no hay que olvidar que el deseo sexual, al igual que otras necesidades básicas del ser humano, como el hambre, la sed... se manifiesta por órdenes que el cerebro envía al resto del cuerpo. El apetito sexual nace en el cerebro, como respuesta a intereses sexuales que nos acompañan junto a las vivencias cotidianas. Hay días que nos sentimos más sensuales, otros días más románticos, otros más perezosos, otros más salvajes.... Pero lo que sí está muy estudiado, es la influencia directa del sentimiento amoroso sobre nuestra estimulación cerebral.
Cuando uno ama a otra persona, nuestro cerebro y la parte sexual de éste, reacciona con mas facilidad a los estimulos eróticos. Ocurre que esa persona de la que se está enamorado, produce una cadena de reacciones que pone en marcha la compleja maquinaria de nuestro cuerpo. Por ejemplo, si esa persona que nos apasiona se acerca a nosotros, nuestro cuerpo comienza a reaccionar, física y mentalmente. Quizá hasta despierte nuestra herencia genética de perpetuar la especie, es posible. Pero lo que sí es evidente es que, cuanta más implicación afectiva, mayor es el gozo y la comunión espiritual.
Así que, mis chicos, no escatiméis en esfuerzo -tiempo, dedicación, ternura, paciencia, generosidad, imaginación...- para que los orgasmos que compartáis, se conviertan en auténticas experiencias de gozo y disfrute que nos regalen (a las mujeres) una espectacular descarga de endorfinas. Bienestar y placer...
pd: por favor, en ese tiempo precioso que nos gusta que nos dediquéis, no ocupéis vuestra mente con la tele, con el fútbol, las motos o los coches, con la secretaria macizona... Por favor.
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