miércoles, 2 de febrero de 2011

*EL VIAJE DE LA VIDA

Las cosas cambian, todos cambiamos incluso si no somos (o no queremos ser) conscientes de ello. La vida avanza y todo va cogiendo formas distintas, como si de un caleidoscopio se tratara. Los cambios son necesarios y puesto que no todo está bajo nuestro control, es fiundamental saber aceptar y adaptarnos a esas modificaciones que nos ofrece la vida.

 
En muchas ocasiones, los cambios nos liberan de ataduras, evidentes unas veces, invisibles otras. Son oportunidades para el crecimiento. En busca de la seguridad —y por temor a la pérdida— nos podemos aferrar a situaciones o a personas… pero este es un intento que a la larga siempre resulta fallido.

Y es que… la vida es un viaje que puede ser fantástico si nos sentimos y permitimos ser viajeros y protagonistas de la misma.





A LA ORILLA DE LA CHIMENEA
Puedo ponerme cursi y decir
que tus labios me saben igual que los labios
que beso en mis sueños;

puedo ponerme triste y decir
que me basta con ser tu enemigo, tu todo,
tu esclavo, tu fiebre, tu dueño.

Y si quieres tambien
puedo ser tu estacion y tu tren,
tu mal y tu bien,
tu pan y tu vino,
tu pecado, tu dios, tu asesino…

O tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.

Puedo ponerme humilde y decir
que no soy el mejor
que me falta valor para atarte a mi cama;

puedo ponerme digno y decir
“toma mi direccion cuando te hartes de amores
baratos de un rato… me llamas”.

Y si quieres tambien
puedo ser tu trapecio y tu red,
tu adios y tu “ven”,
tu manta y tu frio,
tu resaca, tu lunes, tu hastio…

O tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda.

Y si quieres tambien
puedo ser tu abogado y tu juez,
tu miedo y tu fe
tu noche y tu dia.

Tu rencor, tu por que, tu agonia…
o tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.

1 comentario:

Juan Riquelme dijo...

Pero hay algo que no cambiará nunca, y es la magia y la ternura infinita de tus manos con las que amarras el cariño y el agradecimiento que siempre te profesarán tus chicos, como tú los llamas. Sabes que siempre estaremos cerca y que, al final de la cuesta, allí en la cima, siempre estaremos esperándote.