lunes, 9 de marzo de 2009

** CARPE DIEM


... me encanta comprarme libros, es algo que hago desde hace mucho años; así que imagináos la cantidad de títulos que tengo por ahí, más viejos, más nuevos, aburridos y deliciosos. Algunos ordenados, otros un poco más descuidados, muchos de ellos subrayados y con notitas a pié de página. Y los elegidos, con dedicatoria. Me apasiona un libro dedicado...
Casi casi como los recuerdos y los afectos :-)

Me encanta leer, sí. Creo que la mente se despeja y prácticamente todas las historias, sobre todo si llegan en un momento de apertura, nos cuentan, nos enseñan, nos matizan, nos acotan. La lectura nos ayuda a reflexionar (lo sé, no hay que ir a Noruega... ;-DDDDDDD) y podemos aprender a hacer conscientes muchas de las actitudes que censuramos en los demás. Y que, curiosamente, casi siempre se asemejan a las nuestras.

Con el paso de los años y con mi ramillete de vivencias a la espalda, hay una cosa que he aprendido a golpe de beso y de heridas dolorosas, y es que nunca hay que JUZGAR. En ningún sentido. Cada cual tenemos nuestros propios umbrales: de dolor, de amor, de pasión, de deseo, de ternura, de sufrimiento, de felicidad, incluso de locura y de irracionalidad. Lo que para uno es correcto, para otro puede ser inaceptable. Pero es que somos diferentes y esas diferencias nos enriquecen, nos permiten dibujar nuestro mundo. Mi única condición -indiscutible- es el RESPETO; si me siento respetada (cuidada, mimada, atendida, ¡libre!) entonces todo fluye, todo está bien. Si hago daño, si dirijo mal, si no manifiesto o no comparto, entonces pido que se me diga para poder enmendar. Pero necesito espacio para ser yo, para descansar, para pensarme.

Necesito, de vez en cuando, reivindicar mis sueños y respirar todo lo hondo que me permita la vida. Necesito ser responsable de mis decisiones, de mis posibilidades, de mi gozo, de mis deseos. De todos y cada uno de ellos. Porque al final, necesito también recordarme que los problemas son parte de la vida y que la felicidad no se mide por la ausencia de malos tiempos sino por las vivencias -fantásticas- que dejan huella en nuestro corazón. Es fácil ser felíz pero a veces darnos esa oportunidad puede resultarnos costoso. Es más sencillo asumir lo que hacemos mal, lo que nos cuesta, lo que nos hace sufrir; es más fácil una crítica que un halago, una desilusión que la gloria. Pero si nos escuchamos, si aceptamos lo que somos, si nos respetamos y asumimos defectos y virtudes, conseguiremos el equilibrio necesario para vivirnos personas fantásticas, especiales y dignas de amor.

Y a lo mejor,
aún a riesgo de pecar de romántic@s,
podamos hacer realidad aquello de
Carpe Diem...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando se llega a la convicción de que no hay que juzgar porque nadie garantiza que cualquiera, en las mismas circunstancias, hubiéramos actuado mejor que el juzgado. Son esas cosas que te va enseñando la vida.
Besos.