miércoles, 2 de julio de 2008
Hoy me han regalado una sonrisa,
pero de esas que salen desde el alma;
una sonrisa pícara, juguetona,
insinuante, divertida.
Una sonrisa con sentido,
con ternura,
con belleza.
Porque se nos ha alegrado la cara
a los dos.
Y porque he sonreido a gusto
y me ha dejado un regusto dulce,
gracias desconocido,
ha sido un gran regalo...
(...)
Es triste escribir sobre
lo extraordinario de una sonrisa:
algo que no cuesta dinero,
que no cansa,
que no ofrece dificultad;
es triste ser consciente
de que pasamos por la vida discutiendo,
con amargura,
con gritos y malas caras.
Es triste no regalar más sonrisas,
que sanan...
Un buen masaje pone en marcha el motor del bienestar:
relaja, apacigua, sosiega.
Y activa las endorfinas,
responsables de la sensación de alegría,
de paz, de equilibrio.
Y ayudan a disminuir la ansiedad.
Regalemos sonrisas,
-inocentes, sinceras, honestas-
ganaremos en salud.
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